Tuesday, June 07, 2005

Hablemus del Papam

Nota:
Este escrito fue enviado directamente a El Tiempo y a los Sres. Rafael, Guillermo y Enrique Santos. Su descortés reacción fue bloquear mi correo electrónico, algo similar a intentar tapar el sol con la mano. Afortunadamente aprendí el uso del blog, la herramienta más maravillosa dentro del ámbito cibernético para el desarrollo libre del periodismo independiente. La emplearé a su máximo potencial y me aseguraré que el mayor número de medios hispanos reciba esta dirección electrónica (URL) para brindarles la justa oportunidad de conocer mi reparo hacia lo que considero el uso indebido de la publicidad y una afrenta hacia todos los Católicos decentes del mundo.

Hablemus del Papam
Expreso mi más enérgico rechazo al desagradable aviso contratado en la edición de El Tiempo del 25 de Abril de 2005, página 2-11, titulado Habemus Papam!!!Es incomprensible que el primer diario de Colombia se haya prestado para publicar una comunicación tan indignante, intolerante e insensible. En todos mis años de educación como buen Católico jamás me había topado con un mensaje tan feo e hiriente hacia la gran parte de la humanidad que los sombríos anunciantes pretenden marginar, en particular las mujeres y los gays; quienes seguramente suman más de la mitad de los seres humanos sobre la faz de la tierra. Que el Colegio de Cardenales haya nombrado uno de los suyos Papa, sobretodo sin primero haber consultado la opinión de su feligresía -consulta que jamás se han dignado hacer, no le adjudica de hecho la calidad de santo al elegido. Es menester recordar como, en contra de mejores consejos, algunos Papas llegaron a insistir que el planeta tierra era plano y que el sol giraba a su derredor, errado pensamiento que llevó a un Papa desacreditar de manera injusta al sabio Galileo Galilei. Si reconocemos que la educación recibida por muchos Papas no siempre ha sido excelsa, entonces es deber de todo Católico pensante deducir como la santidad se alcanza por la pureza de los actos en vida, no por un mero nombramiento. No se puede desconocer que Joseph Ratzinger fue miembro de las Juventudes Voluntarias Nazis, una infausta organización paramilitar que se dedicó al exterminio violento del pueblo Judío, aciago acto que coloca en entredicho su condición de hombre santo. Es imposible adjudicar por de facto la posición de santo a una persona que vestía un tenebroso uniforme Nazi e iniciaba el día con el injurioso saludo de Zig Heil. Las correlaciones implícitas en el texto no dejan de ser menos agraviantes. Colegir que aquellas mujeres que sienten el llamado a ser sacerdotisas están en contra de la paz es una torpeza mayúscula, y negarles esa posibilidad una desconsideración inmerecida por el simple hecho de ser mujer. Igual sucede con la absurda conclusión que aquellos que usan un condón obran en contra de la moral cristiana. Sería conveniente que este Sr. Galat y la Sra. Saiz de Rueda revelaran en que momento Dios les informó que el uso de un preservativo para prevenir enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados va en contra de la moral. A ellos les hago un llamado para que se dignen en gastar aunque sea la mitad del dinero que les costó este espantoso aviso para que a través del mismo medio nos informen que tanto han hecho la Fundación Cultura de la Vida Humana, la Unión Demócrata Social Cristiana y la organización Unidos a Dios Salvaremos a Colombia, por los millares de niños en el mundo que nacen infectados y quedan huérfanos porque sus padres murieron de SIDA a raíz de la imprecisa moral cristiana que estos despistados ciudadanos predican y no les permitió protegerse de la letal enfermedad con un condón "seguro." No encuentro calificativo para estas personas de tan reducido intelecto e innoble talante cuyo pensar y obrar tanto desfavorece a los seres más indefensos. Invoco al editor del Tiempo que tomó la triste decisión de publicar semejante despropósito, que lleve a cabo una investigación periodística y nos cuente quién y que tipo de persona es este Sr. José Galat. Quisiera saber que labor realiza su organización, como trata a aquellos que lo rodean y que opinión de él albergan. Por último, esa imagen de Benedicto XVI no emite ni el más leve asomo de bondad, mucho menos ternura o santidad.
¡Que horror!

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