Thursday, September 15, 2005

El Amargo Escondite de la Mentira

"Los gringos son los más tramposos del mundo."
Este desobligante concepto llegó a mis oídos de boca del Tío Diego hace más de 40 años, cuando, por poseer doble ciudadanía, yo apenas había retornado de cumplir un cruento año de servicio militar obligatorio como Ingeniero de Combate en la guerra de Vietnam, donde expuse mi vida por 411 interminables días mi vida para eliminar la expansión de lo que se me juró era la amenaza más peligrosa del mundo: el comunismo. De inmediato presumí que mi Tío caleño expresaba quizás una profunda envidia hacia su homónimo, el Tío Sam. ¿O será, hasta llegué pensar, que el hermanito menor de mi madre en realidad albergaba alguna secreta vena comunista?
Cali era una delicia antes del arribo de aquel polvoroso tsunami que nos azota desde la década de los 70. Recuerdo con grata nostalgia como luego de jugarme un animado picadito a orillas del río tutelar con la entrañable gallada, nos bañábamos en el Charco del Burro y los viernes cultural bajábamos orondos por la Avenida Sexta a ver que sardinitas encontrábamos para apretar en el Long Beach o el Oasis. Nuestro más furtivo desliz consistía en ocasionalmente hacer vaca para comprar una canequita del Blanco, porque ni siquiera el pucho nos apetecía, menos un cacho de la maracachafa.
Desde niño se me había señalado el altísimo nivel de honorabilidad que con insistente reiteración me aseguraron penetraba todos los estratos de la envidiada sociedad norteamericana; poderoso, pero a la postre falaz motivo por el cual dejé de frecuentar al desdichado Tío Diego. Por desgracia, sus radicales ideas en aquellos tiempos no cupieron en mi estrecha cabeza; sencillamente no existía la más mínima posibilidad que creyera en las postulaciones del barbucho Cubano por encima del no menos imberbe gringo. Irónicamente, sin mayor contemplación rechacé al más osado y controvertido mandatario global que se podía expresar en mi idioma nativo. Medio siglo después vería como esa contundente frase que en aquel tiempo sonaba a profecía herética, le asestaría tremendo bofetón a la moral del mundo. Ya con el peso de varios lustros de sabiduría sobre mis cansados hombros, me di cuenta como el querido Tío de sangre tenía la razón, pues eventualmente los gringos resultaron ser en contexto, "... los más tramposos del mundo."
Un minucioso examen de la cultura del norte revela como en todos sus niveles sociales los Estadounidenses se han refugiado en un amargo ámbito de profundo engaño. Cuando cuidadosamente deshojamos a los gringos, descubrimos que en ellos casi nada es lo que aparenta ser. Como primera medida, su turbulenta historia devela la fea realidad de como la nación más poderosa del planeta obtuvo tal potestad por medios que difícilmente puedan ser considerados loables; como son, para citar apenas par ejemplos, el genocidio perpetrado sobre los habitantes indígenas del continente americano y el constante tráfico de estupefacientes, casos opio, tabaco, alcohol, y últimamente marihuana, cocaína, heroína y éxtasis. Segundo, se ha vuelto patéticamente obvio como el gringo no practica lo que predica y mucho menos utiliza el mismo rasero para medir a los demás. Mientras que por un lado asegura ser el adalid de la democracia, condenando a pulmón herido la injusticia social, el terrorismo y la tortura, por el otro manipula las reglas de juego para favorecerse en todos los aspectos posibles, sobre todo en lo económico. Cualquier inventario al respecto arrojaría como resultado que los dueños del aparato bélico más grande en la historia de la humanidad aterrorizan y torturan más gente por metro cuadrado por segundo que todos los llamados terroristas juntos. Hace generaciones los hijos del Tío Sam cesaron de ejercer los más nobles cánones de la conducta social, importados desde Francia a bordo de cierta estatua, máximo símbolo de la libertad, fraternidad e igualdad.
A este nefasto panorama antisocial, obligatoriamente hay que sumarle el fenomenal grado de inmoralidad que hoy contamina la colectividad gringa. Con gran preocupación observamos como ahora nuestros despistados vecinos del norte enaltecen los más ruines sentimientos humanos, llevando lo prosaico a niveles inaceptables a la decencia humana. Hoy día colosales manifestaciones de deshonestidad, codicia, pornografía, prostitución, criminalidad, corrupción, descomposición moral y consumo y tráfico de estupefacientes hacen parte fundamental de su espantosa cotidianidad. Sórdido comportamiento humano, de paso sea dicho, casi inexistente en las culturas musulmanas que los norteamericanos califican de malvadas. Son los gringos, no sus contradictores, quienes tratan de convencer al mundo que el éxito se mide solamente en dólares, bueno, mejor en Euros. En esta mal llamada era moderna, con mayor frecuencia vemos como los ídolos de los mal orientados retoños del Tío Sam son extraídos de sus capas sociales más pudientes y a la vez inmorales. Hace rato a su frágil juventud no se le invita imitar a sus más honorables y eruditos ancestros, talla Washington, Franklin, Lincoln y otros. Hoy día los especimenes gringos a remedar suelen ser fríos megalómanos contagiados por astronómicos niveles de hipocresía y avaricia, totalmente inconscientes del infausto legado que dejan tras sus malogradas huellas. Fallidos hombres sin visos del futuro que nada hacen por mejorar la deteriorada condición humana sobre el planeta, amén de acelerar la destrucción del mismo. Fácilmente el héroe del momento puede ser un individuo absolutamente chocante, escoltado por inclinaciones sexuales obscenas y que usa los calzoncillos por fuera, un verdadero ente a quién no le interesa nada diferente a su propio bienestar, aunque este se logre en detrimento de los más indefensos, y que legalmente merece estar encarcelado.
Cuando miramos para atrás, vemos como la mayoría de los colombianos no fuimos levantados bajo un horizonte tan mezquino y pavoroso. Para muestra este botón de la manera perjudicial como nos afecta emular un modelo tan nocivo.
Con mucho esfuerzo, un joven amigo recién graduado como ingeniero industrial consiguió la manera de erradicarse en otro país donde se le desplegaría la posibilidad de una mejor vida. Antes de partir viajó a su pueblo natal en el norte del valle para despedirse de su abuela, contemplando que podría ser esta la última vez que viera a su venerada viejecilla. Luego de recorrer con nostalgia la hermosa finca y darse un chapuzón en el refrescante riachuelo que lo atraviesa, el sábado por la noche bajó al pueblo con un primo hermano a visitar el vetusto billar donde pasó gran parte de su dichosa juventud. Pidió la canequita de rigor y después de averiguar por la suerte de las noviecitas de entonces, se armaron de tacos y pasaron a la mesa de buchácara. Fue a mitad del chico cuando notó que la caneca había desaparecido y la fea realidad del otrora tranquilo villorrio le asestó un fuerte golpe moral. Julián se acercó a la mesa contigua y trasladó justo reclamo a los muchachos que mofletudos se bogaban los restos de su apetecido licor.
"Quédese fresco mompa," respondió con sorna un mozalbete que asumió la vocería del atrevido grupo, "nosotros somos de los paras y en este pueblo hacemos lo que nos da la gana." A Julián no le cabía en la cabeza semejante afrenta, arrebató la botella y decidió enfrentarse a los desagradables muchachos. Fue el primo quién lo tomó del brazo, insistió que era mejor se fueran y de retorno a la finca por los polvorosos senderos de la serena noche valluna le contó sobre el lúgubre escenario que se había apoderado de la región. Cierto contingente del pueblo, reveló su primo, se había alineado con un grupo paramilitar formado para hacerle oposición a los guerrilleros que pululaban por el territorio.
"¿Y eso les da derecho a robar?" Preguntó Julián indignado.
"Eso no es nada, primo, cuando están vaciados extorsionan a los comerciantes que medio les va bien."
"¿Cómo así?" Julián abrió los ojos con asombro.
"Así como lo oye, primo. Piden de a cinco melones dizque pa no quebrarlos."
"No puede ser. ¿Y los padres que dicen al respecto?"
"Hacen fuerza pa que el panguano se asuste y reviente, a ver si el chino trae algo a la casa."
"¡No! Entonces los peladitos se han vuelto criminales en contubernio con los propios taitas."
"¿Cómo la ve, primo Julián? Nadie se atreve a decirles nada porque están respaldados por Uribe."
"Oiga, que lío tan berraco. Menos mal que yo ya me voy, lo siento por ti, primo, que tienes que convivir con estos badulaques. Como reza el dicho, pueblo pequeño, infierno grande. ¡Que mamera!"
Lo último que esperó Julián en su visita de despedida fue quedar con ganas de irse más rápido y dejó a su primo con unas sabias palabras de Isaac Barroso, "La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, tanto en geometría como en moral."
Efectivamente, el problema moral generado por la creación del fenómeno paramilitar y fortalecido durante el gobierno de Álvaro Uribe para combatir a la guerrilla es mayúsculo. A falta de mayores recursos intelectuales para neutralizar una insurgencia de cuatro décadas, el presidente Uribe se ha convertido en el principal gestor de una degradada generación que, con su debatible avenencia, recurre a prácticas delincuenciales similares a los grupos armados que dicen combatir en nombre de la democracia. En pocas y escalofriantes palabras, Álvaro Uribe y su cábala, sin querer queriendo, han parido una prole de monstruos a los cuales ahora se encuentran en calzas prietas para reincorporar a una vida civilizada. No se requiere de una bola de cristal para saber lo difícil que va ser este proceso; aquellos que invertimos materia gris sopesando esta problemática comprendemos la imposible magnitud de tan quimérica ambición. Pretender que jóvenes entrenados a matar y ahora acostumbrados a esgrimir una brutal violencia bajo el controvertible amparo del mismo gobierno, van a soltar las armas cuan mansas palomas y resignarse a cualquier bicoca que les llegue, estoy seguro no cabe ni en la mente del mismo Uribe. Por algo le vemos dando palos de ciego con el futuro de los muchachos que él se encargó de malograr. Amanecerá y conoceremos su aceptación popular como auxiliares civiles. ¿Habrá Álvaro Uribe contemplado el inmenso repudio que seguramente este desacierto va generar entre las víctimas de las horrendas masacres perpetradas por estos jóvenes extra militares cuando se presenten dizque a defender las mismas leyes que profanaron? Lo siento mucho por nuestro despistado presidente, es evidente como Uribe no previó la dimensión de semejante contrariedad; por nada del mundo quisiera estar en su apretadísimo cuero.
Su alianza con George Bush tampoco augura bueno. Será posible que nuestro incauto presidente no tome en cuenta el maléfico calibre de Mr. Bush, al lado del cual se queda en meros calzoncillos cuando de maquinar maldades se trata. Escasa diferencia hay entre la cantidad de muerte y destrucción dispensadas por Bush hijo y el desaparecido Osama bin Laden. Los pocos colombianos que hemos sido criados y educados en los Estados Unidos observamos como George W. Bush solo mantiene amigos por conveniencia política y económica; su deslealtad es notoria y sabemos que Bush largará al pobre Uribe como papa ardiente al momento que deje de servir sus perniciosas intenciones. Así que por su estabilidad mental y el bien de la patria, espero de corazón que Álvaro Uribe disponga de un sólido plan B -y de paso planes C y D.
Es importante acotar como la mayoría no otorga la razón. El hecho que la mayor parte de los colombianos y estadounidenses estén de acuerdo conque sus gobernantes intenten eliminar a la oposición por la vía armada no les otorga ningún nivel de razonamiento. Hay muchos ejemplos en la historia donde toda una nación se ha equivocado; casos Alemania y Japón en la segunda guerra mundial, y es de común conocimiento lo mal que les fue. Existe de mi parte completo convencimiento que la mayoría vocal de los ciudadanos que respaldan las políticas bélicas de Bush y Uribe están errados. Cualquier cavilación por ligera que sea nos lleva a la inevitable realización que gobernar con la muerte no tiene futuro alguno. Al respecto traigo a colación las oportunas palabras de Walter W. Enloe y David B. Willis, profesores universitarios norteamericanos que enseñaron en el Japón. Quienes en conmemoración al sexagésimo aniversario de los bombardeos con armas nucleares comentaron lo siguiente en un artículo titulado Espíritu de Hiroshima y Voces de Nagasaki: "Este pasado siglo ha sido un tiempo de muerte y miseria inaudita, un siglo de destrucción humana y degradación medioambiental incomparable en alcance en la historia humana. A través de dos guerras mundiales, y continuos conflictos étnicos, religiosos y sociopolíticos, en los últimos cien años se ha asesinado cien millones de civiles no combatientes, incluso millones de niños. Agregue a estos inocentes muertos los millones de combatientes que murieron o quedaron penosamente heridos en cuerpo y alma. ¿Y qué de los centenares de millones que murieron de pobreza y enfermedad años antes de su tiempo natural? Muchos miles mueren anualmente de violencia en nuestras ciudades y barrios y nos distanciamos cada vez más cuando en nuestros propios traspatios construimos muros de separación a través del miedo y la intolerancia."
Cuando por fin entendí que el meollo del asunto es meramente monetario, caí en cuenta que la aversión gringa hacia el comunismo nada tiene que ver con su fundamentación ideológica. Pocos argüirían en contra de las postulaciones sociales en ella depositada, nadie en sano juicio rechazaría techo, educación y salud gratuita para todos desde la cuna hasta la tumba. Indisputablemente el pleito del Tío Sam con el comunismo se reduce solo a motivaciones mercantiles, más específicamente a la enorme dificultad dentro de ese sistema social de acumular gran cantidad de riqueza personal. Es exacta y exclusivamente por eso que los gringos están dispuestos a destruir al que sea con tal de proteger su sesgada economía ventajista para sostener su privilegiado nivel de vida, aunque para ello sea imperioso, bajo cualquier pretexto aleve, tomar por la fuerza las reservas petroleras de países más débiles. Porque mal saben que sin el cada vez más escaso hidrocarburo su inmenso aparato industrial se colapsa cual endeble castillo de naipes.
Al respecto me permito compartir algunas consideraciones cernidas por el Dr. Peter C. Whybrow del actual comportamiento capitalista y publicadas en su libro titulado Amercan Mania (Manía Norteamericana). De acuerdo al análisis científico y filosófico de este aventajado siquiatra, los gringos, "Se han convertido en una sociedad de escamosos sobre indulgentes, adictos a la vida fácil y gratificación instantánea. El Dr. Whybrow argumenta que la interminable búsqueda de obtener más, -- más dinero, más poder, más juguetes, más automóviles - se ha transformado en una especie de manía clínica, marcada por síntomas de ansiedad, depresión y obesidad."
Sobra resaltar que tan innoble postura les ha granjeado el malquerer de gran parte de los habitantes de la tierra. Desde la ceniza del Phoenix, un concepto prestado al ilustre poeta colombiano Luis Tejada (1898-1924) surge para tomar una sorprendente contemporaneidad: En la vida moderna el dinero es el sustituto de las varitas mágicas de los cuentos de hadas. El vil metal ha llegado a poseer la maravillosa propiedad de convertir a una patoja en princesa, a un lagarto en príncipe, una prisión en castillo y un limpiabotas en congresista.
Debe Álvaro Uribe y sus partidarios sopesar con detenimiento la conveniencia de alinearnos con una sociedad que aplica una moral excluyente y acomodada en sus relaciones humanas. Debe nuestro gobierno medir las consecuencias de calcar una comunidad social que demuestra ser intolerante hacia el pensar y sentir de otros. Debe Uribe entender como la beligerancia que EE.UU. despliega hacia aquellos que sin motivos razonables señalan como sus enemigos obedecen a una desviación sicológica adoptada para soslayadamente argumentar la usurpación forzosa de recursos ajenos.
Hay que revisar con cuidado la decisión de unirse a un país eminentemente mercantilista que abiertamente favorece a la clase pudiente y que con reprensible cota de hipocresía desatiende la pobreza. Rehúso identificarme con una nación infecta por una codicia desenfrenada donde cada día se agranda la brecha entre ricos y pobres. Rechazo enérgicamente que nuestro presidente pretenda introducir en Colombia los monumentales niveles de falsedad y engaño que actualmente invaden la sociedad gringa. No podemos aceptar que nuestros gobernantes, como acostumbran los del norte, digan una cosa y hagan otra porque creen tener la razón. La mayor falencia del sistema democrático es que no garantiza el liderazgo de los más capaces e inteligentes. Lejos de cumplir los designios de sus fundadores, la primera democracia del mundo hoy está dirigida por cualquier cantidad de camaleones indecentes que sin remilgo alguno desfalcan el planeta para reparar su insaciable voracidad.
Es justamente esa ansia por acumular bienes materiales que ha engendrado su apurado menosprecio hacia la preservación de la naturaleza. Flagrante incuria que propicia la ruina de bosques y acuíferos, precipitando la polarización climatológica que termina en catástrofes naturales como la que ahora vemos en Nueva Orleáns. Es menester que Álvaro Uribe se aparte de las políticas perversas de timo en masa utilizadas por el gobierno de George Bush para torcer la voluntad del pueblo hacia la auto-destrucción. No podemos permitir que nuestro presidente deje un legado de desolación y pobreza a nuestros hijos por un puñado de metal.
Basta observar la repudiable degradación moral que anega absolutamente todos sus estratos sociales para saber que nada tenemos en común con los gringos. Imposible aceptar el enfermizo denuedo con que los norteamericanos comercializan productos no solo banales e inservibles, pero altamente nocivos y letales, como el tabaco, alcohol y las armas. Por ninguna circunstancia mis hijos se armarán para matar un ser humano, tampoco los levanté bajo la endeble premisa que la riqueza es sinónima de éxito, fueron instruidos en el verdadero camino de la igualdad y la fraternidad, enaltecedores objetivos que difícilmente lograrán en el espejismo que promete George W. Bush, e infortunadamente ahora Álvaro Uribe.
Manuel Marulanda, alias Tirofijo, asegura haber creado las Farc para contrarrestar la desigual repartición de la riqueza en Colombia. Los que analizamos con diligencia esa distribución, observamos como el Sr. Marulanda algo de razón tiene; durante generaciones unas cuantas familias han poseído la inmensa mayoría de la riqueza patria. Es inaceptable pero desdichadamente comprensible como los que amasaron fortuna sin importarles los demás estén dispuestos a matar y comer del muerto para defender su posición de privilegio, pero pretender redimir esa inequidad a punta de plomo también es un enorme error. Sería esperar un improbable milagro que algún día florezca el marchito altruismo de la oligarquía, pero con paciencia y visión, en diametral contravía a lo que está haciendo Uribe con nuestra descarriada juventud, podemos cultivar las próximas generaciones a que se preocupen en realmente igualar las condiciones de vida para todos los humanos.
Es nuestra obligación moral disputar una coalición con un mandatario abiertamente reconocido como deshonesto y cuyas elecciones son materia de severo cuestionamiento. En un artículo titulado Noticias Censuradas, Camille T. Taiara revela como los medios más importantes ignoraron reportar sobre la evidencia que las máquinas electrónicas de votación eran susceptibles a manipulación y los estrechos vínculos entre sus fabricantes y el Partido Republicano. En la elección de Nov. 2, 2004, Bush ganó por 3 millones de votos, a pesar que las encuestas proyectaron una clara Victoria de John Kerry por un margen de 5 millones de votos.
"Estas encuestas son altamente precisas," dicen Steve Freeman, profesor de la Universidad de Pensilvania y el estadístico Josh Mitteldorf. "Eliminan la mayoría de fuentes de error al preguntarle directamente al votante por quién votó." La discrepancia de 8 millones de votos rebasa ampliamente el reconocido margen de error del 1 por ciento. Cuando Freeman y Mitteldorf analizaron los datos recolectados por las dos firmas encuestadoras, encontraron evidencia concreta de un potencial fraude en el conteo oficial.
Por ello no comparto la malsana disposición tomada por Álvaro Uribe para alearnos con George Bush. Poca estima se puede albergar por un gobernante que no valora algo tan indispensable en la composición de un buen ser humano como es hablar con la verdad. Menos estimación se puede tener para con una persona que cobardemente busca resolver sus diferencias a través del cañón de un fusil. Se necesita valor para vivir honradamente de recursos propios sin usurpar ladinamente los bienes ajenos. Es increíble que nuestro Uribe no caiga en cuenta del desastroso camino que ha elegido para gobernar a la patria; dan ganas de llorar al ver como nuestro mandatario le rinde pleitesía a un hombre que indudablemente pasará a la historia como el peor gobernante de la poderosa nación del norte; y esto con el fin de rogar dólares para comprar balas gringas que van a matar hijos de Colombia.
George W. Bush posee el arsenal de armas de destrucción masiva más grande del mundo, y son esas jijuemil bombas atómicas que apoyan su manera tan atrevida de saquearlo. Álvaro Uribe sabe bien que nuestro limitado presupuesto a veces no alcanza ni para echarle gasolina al parque automotor y debería gobernar previendo la muy factible posibilidad que el pueblo norteamericano no siempre le va regalar dólares a puños llenos. Sabemos que luego de haber requerido la muerte de tantos compatriotas, cuando termine su período presidencial a Uribe no le va quedar más remedio que salir de Colombia, porque no es posible que alcance a matar a todos sus hermanos confutadores. Pero como tiene los recursos para vivir en otro país, pues sencillamente se irá y nos dejará embarcados, como decimos de modo coloquial, en la vaca loca; tal como hizo Andrés Pastrana.
Es altamente improbable que Álvaro Uribe derrote a la guerrilla por las armas, entonces los muchos que amamos nuestra tierra y no contemplamos por un momento la odiosa noción de irnos a vivir afuera, tenemos lo perentoria obligación de prevenir que de manera irresponsable el Sr. Uribe nos deje enfrascados en una guerra perpetua al peor estilo yanqui. Con la agravante que Uribe se levanta cada mañana a ver como mata a más de sus propios conciudadanos; triste expresión de canibalismo que por lo menos su pendenciero socio del norte se ahorra. Que George Bush se tome la bicoca de 5 semanas de vacaciones mientras sus muchachos mueren en Irak habla toneladas sobre la indolencia del flamante socio de nuestro presidente; es palpable como el gringo no se traga para nada su cuento de "trabajar, trabajar y trabajar." Más bien dispone de una formula marcadamente maquiavélica, "trabajar, matar, descansar y descansar."
No es mera casualidad que durante cada visita de Uribe el Tío Sam arremete contra Hugo Chávez, lanzando cualquier cantidad de acusaciones que seguramente no soportarían un minucioso escrutinio. Por el hecho que lo sobrepasa infinitamente en armamento, me rehúso creer que Álvaro Uribe no se percate como George Bush ejecuta peores infamias de las que acusa a su homólogo venezolano.
Otra fea muestra de la incipiente crueldad del grupo Bush salió a flote con el destemplado llamado de su amigo evangélico Pat Robertson para asesinar o por lo menos -al execrable estilo de los Elenos- secuestrar a Chávez. El corresponsal Juan Gonzales del New York Daily News pone el dedo en la llaga cuando de forma acertada señala como los gringos están iracundos con Chávez porque está distribuyendo la súbita bonanza del petróleo entre los más pobres, dejando por fuera a la oligarquía. Dice Gonzales, "En Venezuela Chávez se ha transformado en el hombre milagro del petróleo. Ni Robertson, ni los antiguos ejecutivos petroleros George W. Bush, Dick Cheney y Condoleezza Rice, ni sus mompas en la Exxon/Mobil, Chevron, etc., están muy contentos con eso."
Y como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, para rematarles la piedra ahora Chávez ha ofrecido venderles petróleo barato a los gringos pobres. Informa David Pace de la Reuters como en Venezuela la gasolina es más barata que agua en botella y pueden llenar el tanque de un auto con solo 2 dólares, mientras que en los EE.UU. el precio del galón se aproxima a los 3 dólares.
También dice Gonzales, "Contrario a la Exxon/Mobil y las vacas cagonas del petróleo, quienes se revuelcan en sus exorbitantes ganancias mientras el resto pagamos, Chávez está repartiendo la riqueza."
Los aburriría enumerando los numerosos desafueros cometidos por Bush en nombre de la democracia que juró propender y no me explico como al respecto Uribe asume la cegata postura del avestruz. ¿Será que ni cuenta se da de lo mal que termina casi todo lo que Mr. Bush toca? La verdad es que como a muchos colombianos, el Sr. Chávez Frías ni me va ni me viene. Pero eso sí, dudo que nuestro polémico vecino se le mida a la nueva versión del embrollado parqués diplomático que se acaba de inventar Uribe y le dé por nombrar a sus más enconados objetantes como delegatarios de su gobierno. Pueda que me equivoque, a lo mejor lo que parece otra chambonada presidencial de marca mayor solo sea el preámbulo de una magistral gambeta diplomática, la cual, si se da, seguramente dejaría sin aliento al cotarro político y resolvería de cuajo toda cantidad de contratiempos: ofrecerle su segunda vicepresidencia a Tirofijo.
De todos modos me corresponde alabar la elección de Chávez de emular a Simón Bolívar, el más ilustre caudillo en la historia de la América hispana, porque remedar a Bush si que produce piquiña, y honda dosis de pena ajena. Sin duda la inmensa mayoría de hermanos venezolanos a los que Chávez ha beneficiado de manera ostensible con sus valiosos programas en salud, empleo, educación y alimentos, lo habrán de respaldar de manera incólume. Sin titubeos hay que abonarle al Sr. Chávez el valor de no inclinarse ante Bush, férrea postura que a la postre lo recompensará con gran éxito político, económico y sobre todo moral.
Mientras tanto Álvaro Uribe no ha sido siquiera capaz de resolver el problema social más apremiante de nuestra afligida patria: la liberación de los secuestrados. Para nada le luce plagiar el ambiguo vocabulario de su recién adquirido amigo Tejano cada que anuncia algo públicamente que ese mismísimo público ya comienza a comprender no tiene la más mínima intención de cumplir. Si tuviera un familiar secuestrado, hace rato Uribe se hubiera tragado sus cacareados principios y hubiera hecho lo más expedito para su liberación, que es sentarse a la mesa de negociación. A pesar que siembra terror a diestra y siniestra, son precisamente sus armas de destrucción masiva que permiten a Bush de manera bravucona e intolerante sostener la posición retrógrada de decir que no negocia con, entre comillas, terroristas. Sin embargo, el sentido común, aquel que desgraciadamente es el menos utilizado hoy por hoy, nos dice que es expresamente con nuestros opositores que debemos negociar. Nada hay que resolver con aquellos en que estamos de acuerdo.
Comprendo los rasgados sentimientos de doña Yolanda Pulecio cuando con dolor, rabia e ingenuidad anuncia al pueblo que odia a su presidente. Es enormemente duro para ella y demás familiares de secuestrados soportar tan encumbrados niveles de irracionalidad por parte del primer mandatario de la nación; e indeciblemente doloroso saber que el grueso de su pueblo lo apoya.
Exhorto a todos los familiares de secuestrados que exijan una encuesta imparcial entre la tropa para ver si es cierto que la desmilitarización de cualquier rincón de Colombia para liberar a sus seres queridos les ha de menguar su moral. Apuesto que no. Imposible, pensará la madre de Ingrid Betancourt, que haya tantos brutos en Colombia -y en el mundo, pero es tristemente cierto.
Ofrezco mi voz de aliento a los que padecen el flagelo del secuestro y los animo a trabajar arduamente hacia la elección de un gobernante realmente sabio y que posea la gallardía, sensatez y sensibilidad requeridos para resolver esta difícil situación de manera pronta y favorable a todos; sin el uso de la violencia ni la maniobra política para fines que no sean convenientes para el bien mayor.
Nuevamente tomo empeñado el sentir del sutil bardo Tejada, ojalá doña Yolanda encuentre 'un paladín férreo pero apacible, que sepa deslizar los destinos de la patria sin zozobras ni grandes penas, siempre envueltos en el perfume inefable de la fraternidad e igualdad.' Es perentorio comprender la importancia de conducir a la juventud por un sendero progresista, apuntalado en la comprensión mutua, que los lleve a crear una sociedad incluyente donde prevalezca la honestidad de espíritu y la palabra empeñada recobre su justo sitial en la gradación de los valores humanos.
También es necesario resaltar que ha sido el gobierno norteamericano quién se ha extralimitado para convencernos que el tráfico de drogas es peor delito que el secuestro; pero basta con observar como en su propio país han efectivamente erradicado el secuestro mientras que el consumo de drogas campea a todo vapor para entender como esta traspapelada colectividad no practica lo que predica. Más imposible resulta creer que Álvaro Uribe tampoco haya caído en cuenta que de los bolsillos del pueblo de su amigo Bush provienen los dólares que financia a la guerrilla y a los paramilitares cuando compran tonelada tras tonelada de cocaína. No en vano Hugo Chávez acaba de romper relaciones con la principal agencia antidrogas de los EE.UU. y declaró, "La DEA está utilizando la lucha contra las drogas como una máscara para traficar y realizar inteligencia en contra de Venezuela." Pilas Álvaro, que Hugo ya se la pilló, no es ningún secreto que a los gringos para nada les conviene que desaparezca el tráfico de narcóticos, en particular la cocaína. Como suelen decir en la jerga politiquera, el jefe del coloso del norte es experto en jugarle a varias bandas, impugnable destreza que debe tener mareado a nuestro pobre presidente paisa.
También es importante señalar que la adicción a las drogas en el fondo es resultado de una decisión unilateral tomada por voluntad manifiesta del consumidor, condición que no sucede con el secuestro. Hay algunos que ven con mejores ojos al ELN porque solo secuestran y no trafican con drogas para financiar sus atrocidades; ahí temo que nuevamente nos topamos con una circunstancia de despiste masivo. El secuestro es un crimen atroz que debe ser erradicado aquí como en los Estados Unidos; mientras tanto los sociólogos, sicólogos y penalistas más eruditos del mundo concurren que el consumo de drogas es apenas una enfermedad que jurídicamente debe ser tratada como tal.
Para cerrar, invito a Álvaro Uribe ponderar estas relevantes elucubraciones de los eminentes corresponsales John Atcheson y Sean Gonsalves y el autor Jonathan Schell. Extraído de su magnífico ensayo titulado "Problemas en la Tierra de los Libres," Atcheson expresa, "Hay problemas aquí en la tierra de los libres. Comienza por una oposición acobardada que ha olvidado que la honestidad e integridad son valores morales, más no así la manipulación y la complacencia."
Gonsalves reseña como los Bush y Uribe distorsionan la ideología democrática "insultando a cualquiera que intente hacer la paz al implicar que solo los cobardes y débiles escuchan y negocian con los enemigos. Intentan perdurar la mentira que si uno negocia con sus enemigos solo invita a más ataques arbitrarios."
En su libro titulado "El Mundo Inconquistable," Schell presenta un ejemplo muy relevante. "Cuando Napoleón invadió a Rusia en 1812, ganó todas las batallas en su marcha hacia Moscú. Las tropas Rusas se retiraron constantemente, hasta que Napoleón ocupó la ciudad y la quemó. ¿Fueron los rusos derrotados? En realidad, como lo sabe todo aquel que ha leído la obra cumbre de Tolstoy "Guerra y Paz," la voluntad del pueblo Ruso estaba intacto. Era Napoleón el que se encontraba rumbo a la perdición."

Así la ve Martín, vé...