Tuesday, October 04, 2005

Cuota de Pantalla

Esta comedia de errores parece sacada del peor guión del desaparecido Bernardo Romero Pereiro. En Colombia se dice que no hay muerto malo, postura que obviamente obedece a un popular desorden mental, porque demasiados malos tenemos y absolutamente todos se mueren. Es precisamente por no faltarle al respeto en vida como esperé a que el Sr. Romero Pereiro falleciera para públicamente evidenciar el inmenso daño que le hizo a Colombia con sus guiones de pésima calidad al atiborrar sus patéticas obras con los instintos más bajos del ser humano. Es inconcebible como habiendo tantos sentimientos tan lindos y tantas palabras tan bellas este malogrado señor nunca halló la inspiración para utilizar siquiera una. Bernardo Romero Pereiro supo como explotar al máximo la debilidad del espíritu humano haciendo deliberada apología al crimen, la codicia, el odio, la envidia, la mentira, el engaño, la traición, la infidelidad, en fin, ensalzando los desperdicios del corazón. Embruteció toda una generación de mujeres que en vez de aprender a ser mejores madres para transmitir emociones loables a sus hijos, pasaron su vida absorbiendo maldad y pobreza de espíritu.
Increíblemente, hay un guionista que en materia de malevolencia deja a Romero Pereiro en físicos calzoncillos y es por el enorme daño que le inflige a la juventud Colombiana que me siento obligado a mencionarlo en vida. Es urgente que el protervo Gustavo Bolívar, autor de Pandillas Guerra y Paz, corrija su camino y que se retire su nefasto programa de la televisión. Lo que el confundido guionista pretende hacer con su demente dramatizado, supuestamente combatiendo el crimen enalteciendo la conducta criminal, desafía cualquier medida de la razón. Ha convertido en cuasi héroes a un descarrilado grupo de jóvenes que aun no entienden el terrible lastre que se ataron al cuello al aceptar personificar la brutalidad.
Lo mejor que les puede suceder a los incautos consumidores de nuestra pantalla chica es que Uribe firme el Tratado de Libre Comercio (TLC) lo más pronto posible para liberarlos de la enorme cantidad de crueldad, estupidez y mal gusto que pulula en la televisión Colombiana.
Rebato de manera enérgica la falaz contención de Julio Sánchez Cristo y Pablo Laserna que las telenovelas representan la cultura de Colombia. No están ni tibios si creen que mi nivel de cultura se identifica con la insulsa Pasión de unos impotables Gavilanes, amén de las estratosféricas sandeces que representan los mal llamados Reyes, porque ni a plebeyos llegan.
Los anodinos productores de la televisión Colombiana buscan sostener su pésimo nivel artístico porque han encontrado la fórmula mágica para ganar dinero sin necesidad de esforzar su exigua imaginación, mucho menos desplegar creatividad. Concuerdo plenamente con aquel personaje que calificó a la televisión Colombiana como "basura." Lamentablemente los directores y productores de nuestra tele han acostumbrado a su audiencia a consumir física boñiga, porque un clásico de la literatura mundial no aparece en su programación como decimos de manera coloquial, ni en las curvas.
Me parece fatal que repentinamente la televisión patria se encuentre inundada de enlatados gringos, pero se entiende claramente como el desorientado derrotero político asumido por Uribe para supuestamente enderezar el país a punta de plomo no le deja más remedio que tragarse el TLC porque de lo contrario le cierran la fábrica de balas y ahí si es verdad que de pronto la guerrilla se lo lleva por los cuernos al mismísimo averno. Pero en el caso de la tal "cuota de pantalla," pues bienvenido sea el TLC si por lo menos se logra elevar el contenido social, moral y artístico de la televisión al eliminar la bazofia visual que nos embuten diariamente a cuchara forzada.
De todas formas Álvaro Uribe sabe que para mantener la esperanza de lograr algún asomo de éxito está obligado a barajar el naipe económico y repartir de nuevo. Los sufridos ciudadanos también entienden que son ellos los que en últimas tendrán que afrontar las consecuencias y arreglárselas como puedan.
Tenemos que reconocer la enorme ventaja que el gringo nos lleva en materia de entretenimiento y debemos aprovechar esta ineludible encrucijada para aprender. No es cierto que el reordenamiento de la cuota de pantalla vaya desmejorar la programación. Es indiscutible que se nos va aguar la cuota de verdadera cultura Chibcha, pero los que hemos sido criados con la tele gringa sabemos que su calidad es infinitamente superior a la criolla. Los norteamericanos han convertido a la televisión en una ciencia exacta, saben a la perfección quien ve qué y a que hora y arman su programación de acuerdo a estos parámetros, en los cuales han invertido décadas de mucho trabajo. Lección gratuita que no han podido asimilar las programadoras nacionales, toda vez que en una misma franja y bajo el mismo escalafón de censura pueda que presenten una tierna cinta de Disney como un esperpento satánico donde comen niños al desayuno o una película del género antiterrorista donde solo el camarógrafo se salva de una descuartizada espantosa. Esto es una muestra fehaciente de cómo la televisión nacional está manejada única y exclusivamente por motivos económicos y ese argumento que el gremio pretende defender nuestra cultura a como dé lugar es puro cuento. Sí los miembros del Consejo Nacional de Televisión, los guionistas, directores, productores, actores y demás miembros del gremio, a incluir el portero, vigilantes y hasta la señora que reparte los tintos no son capaces de esforzarse para mejorar la paupérrima calidad de la televisión colombiana, pues entonces que chupen banca, como le toca a cualquier tronco.
La televisión se ha convertido en el medio más consumido y es obligación de aquellos que la producen de presentar una programación de la mejor condición. Es inaceptable que sigan contratando guionistas de tan escasos recursos intelectuales y artísticos; habiendo tantos clásicos tan buenos y pensar que jamás se les ocurre presentarnos siquiera unito. Es menester resaltar como Bernardo Romero Pereiro, Gustavo Bolívar y demás guionistas de esa calaña acumulan seria cuota de responsabilidad por los grotescos niveles de violencia que se están presentando entre la juventud. No se deben sorprender el día que su sociedad madure y, como a aquellos que destruyen la naturaleza y despilfarran nuestros recursos finitos, les presenten una factura de cobro.
En materia de telecomunicaciones Colombia tradicionalmente ha tenido una generación de retraso con relación a los llamados países desarrollados, pero tristemente nuestra televisión ha demostrado un mayor retraso. Da grima ver la manera tan artesanal como se maneja el medio de comunicación más poderoso del momento.
En la televisora estatal esto se entiende porque los cargos siempre fueron repartidos a dedo por consecuencia del nepotismo rampante que nos ha granjeado el despreciable remoquete de "República Banana." Esto en alusión a como retrasamos nuestro progreso al voluntariamente dejarnos gobernar por incompetentes. Es así como la inminente bancarrota de la tele estatal era de esperarse, porque jamás se razonó que el nombrado debiera poseer algún conocimiento elemental de la materia. Pero es sorprendente que lo mismo suceda en el leonino bipolio de nuestra televisión privada.
En el mundo moderno la televisión se ha convertido en una especie de regulador social, sirve de maestra, niñera y hasta reloj. Por desgracia las directivas de Caracol y RCN no han logrado asimilar, menos dominar, este fenómeno sociológico. No solo los nefandos guiones de la anti-escuela Romero Pereiro y Gustavo Bolívar propagan maldad, pero también los dibujos animados están plagados de violencia y se ha demostrado científicamente como ambos géneros afectan de manera negativa la psiquis de los niños. Es de lógica como de adultos los jóvenes que consumen estos programas maquiavélicos se tornan violentos.
Con excepción de los noticieros, los canales privados de televisión no han sido capaces de presentar un solo programa a la hora anunciada. La total carencia de control en los espacios publicitarios ha llegado al descaro que en los programas más vistos transmiten más minutos de publicidad que de programación.
Tanto RCN como Caracol demuestran un completo irrespeto hacia su audiencia al transmitir la misma película varias veces al año, arbitrariamente omitir la transmisión de un programa simplemente porque se les alargó el programa anterior y cancelar una serie sin previo aviso o sin haber presentado el último capítulo.
El colmo del desastre administrativo es ver como por arte de birlibirloque recortan una película cuya realización quizás haya costado millones de dólares para que se acomode a un espacio limitado. Amén de dividir una película en dos partes; difícil suponer que el propósito sea incrementar la audiencia para la segunda parte. En los EE.UU. su majestad el Rey Tin despediría de ipso facto a los responsables de tamaños desaciertos.
Es normal que los personajes de la televisión se crean la flor y nata del entretenimiento. Pero los que tuvimos la fortuna de haber adquirido experiencias por fuera que nos permite evaluar lo que actualmente se ve en nuestra tele en comparación al resto del mundo civilizado nos damos cuenta de lo mal que están. Que el guionista de La Viuda de la Mafia ponga a sus protagonistas a tener relaciones sexuales entre sí porque considera este feo albedrío la manera más expedita de aumentar su audiencia habla volúmenes tanto de su ralea personal como la desmoralización en general en el cual él y sus colegas tienen sumido al país. Que a los hombres les dé tortícolis por un andrógeno dice poco de su masculinidad y mucho sobre una alarmante aberración sexual que sacude a Colombia. Sobra destacar como a una madre que le gustaría ver a su hija en esos desagradables menesteres necesita que le examinen la cabeza.
Finalmente, traigo a colación el pronunciamiento experto de Alvin F. Poussaint, psiquiatra del Centro para la Niñez Judge Baker, "Mientras una empresa perciba ganancias a expensas de la salud {mental} de la sociedad, no se le debe permitir cobijarse bajo el manto de la responsabilidad social." A la medida que Caracol y RCN continúen su repudiable práctica de agresivamente comercializar valores vacíos, se constituyen en un mal ejemplo para la sociedad y no se les debe aceptar como una opción de diversión.
¿Cómo la ve?
Les pregunta Martín, ve...

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