Wednesday, October 25, 2006

Escuela Superior de Guerra

Es absolutamente reprochable el ataque perpetrado a la Escuela Superior de Guerra y los verdaderos culpables tienen que ser descubiertos y castigados con toda severidad. Antes de descuadernarse, el Presidente Álvaro Uribe debiera haber guardado compostura personal e institucional. Aprovecho esta repudiable tragedia para traer a colación dos puntos esenciales que los medios no han abordado adecuadamente ni el gobierno ha sabido tratar con la altura que se espera de la primera magistratura de la nación. Primero, ambos deben abstenerse de ventilar en público información de alta sensitividad que evidentemente rompe el sigilo obligatorio para el éxito de cualquier investigación. Ni el afán de ganarse la aceptación popular por parte de la presidencia o incrementar su audiencia lanzando noticias de manera irresponsable por parte de los medios, justifica vulnerar la reserva investigativa, que debe ser imparcial y se supone servirá para esclarecer los lamentables hechos. Tanto medios como gobierno los medios tienen que cuidarse de publicar información clasificada que facilita el escape de los delincuentes o contribuye a su impunidad, so pena de convertirse en cómplices implícitos de sus fechorías. Tanto gobierno como medios han perdido credibilidad debido al manejo imprudente de la información y cada día menos Colombianos les creen. Como ejemplo cito las disparatadas cifras del Dane sobre el desempleo y los inflados números emitidos por la prensa hablada, escrita y televisada con respecto a cualquier noticia. Caso el robo de los CD o el monto del dinero encontrado en la famosa guaca de las Farc, los cuales sometidos a una cuidadosa revisión no dan pie con bola. Segundo, fue una desagradable sorpresa saber que existe un centro académico con un nombre tan beligerante como lo es la Escuela Superior de Guerra. Precisamente por su connotación violenta, hace décadas en el mundo entero los Ministerios de Guerra fueron renombrados Ministerios de Defensa. Como padre jamás contemplaría enviar a uno de mis hijos a estudiar en una institución identificada con un calificativo tan agresivo. Imposible que los padres que matriculen a sus hijos a estudiar la guerra puedan esperar nada menos a que en el mejor de los casos sus seres más queridos les sean devueltos con un balazo de más o sin una extremidad, o en un ataúd. Poca estima albergo hacia los padres de familia que optan por enseñarles a matar a sus hijos como opción válida para vivir. ¡Por Dios!Es así como hago un llamado a la sensatez. Como primera medida el gobierno debería por lo menos cambiar el nombre de esa escuela a algo más humanitario y buscar un apelativo que siquiera transmita un poco de esperanza para resolver nuestras diferencias sin conflicto.Al señor presidente, sus ministros y generalato, que por favor se comporten con cordura y responsabilidad al momento de resolver situaciones tan difíciles. Es alarmante ver como la democracia no ha sido capaz de garantizar el liderazgo de los ciudadanos más competentes e inteligentes. Cabe resaltar como la democracia es un sistema de gobierno impuesto a la fuerza por colonizadores de Europa. Nuestros antepasados indígenas ejercían un sistema social con base en un Cabildo de Sabios, quines gobernaban por la duración de su vida natural. Una revisión de la historia nos muestra como esta fórmula de administración era inmensamente más exitosa que la democracia, toda vez que la calidad de vida era muy superior al actual. En Caribá, como le decían los nativos a nuestro continente antes que el despistado Colón llegara por error, no existían los niveles de pobreza, hambruna, ni hacinamiento físico, moral y espiritual que agobia a la mayoría de los habitantes hoy día. Insto al Sr. Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, que diariamente lea prensa y escuche la radio de Colombia para percatarse del sentir de su pueblo; un gobernante desinformado sobre el consutudinario acontecer de su propia patria comete un despropósito a su fuero y bajo tal circunstancia no le es posible que ejecute eficazmente el mandato para el cual fue elegido. Comparto la consternación y el dolor de la Sra. Yolanda Pulecio cuando vemos como los dirigentes de la nación se comportan como necios en vez de controlar su temperamento, pronunciarse con templanza y obrar con la claridad mental que estos acontecimientos tan complicados demandan. Como excombatiente condecorado de la campaña norteamericana en Vietnam, he experimentado de primera mano la futilidad de la guerra para resolver diferencias sociales. Para la muestra este deslucido botón, combatí en las filas de un ejército que tenía DOCE MIL (12.000) helicópteros contra CIENTO VEINTE (120) del enemigo y perdimos. Considero que dicha experiencia me otorga con creces el derecho de expresar cuan iluso es pensar que la supremacía militar garantiza el triunfo. Pretender ejercer las funciones de estado a través del cañón de un fusil es un error de marca mayor; lo que necesitamos son estadistas sagaces, comprensivos, sapientes y magnánimos, no guerreristas. En varias ocasiones le he expresado al envalentonado presidente George W. Bush mi disgusto porque el no tuvo la valentía de prestar su servicio militar OBLIGATORIO en Vietnam, mientras que durante 411 días defendí una patria ajena para hacer quedar bien a Colombia; porque como doble ciudadano tenía la libertad de regresar a mi tierra natal sin repercusiones legales. Es así como le digo a la atribulada Sra. Pulecio, a quién escuché llorarle al país entero por la maldita suerte de su hija, que acepte un rescate de los secuestrados a sangre y fuego única y exclusivamente si el Sr. Presidente Álvaro Uribe, ministros y generales, entrenen y envíen a sus propios hijos para que personal y directamente comanden dicha operación. Si es que les tiembla el pulso, con absoluta convicción me ofrezco de voluntario para afrontar tan difícil faena, y créame que le pediría a mi único hijo que me acompañe; eso sí, con los muchachos Uribe, Santos y demás delfines abordo. Seguramente como en el caso de la familia Bush, los baladrones que llaman a la guerra no tendrán el coraje de combatir ni la entereza de emplazar a sus hijos a liberar los secuestrados en caliente. Nunca estuve dispuesto a morir por el Tío Sam, mucho menos por Richard Milhous Nixon, quién como Álvaro Uribe con las Farc, aseguró que derrotaría al Viet Cong; frívola promesa que la historia demuestra no pudo cumplir a pesar de poseer una inmensa superioridad bélica. Pero entregaría mi vida sin contemplaciones por la liberación de Clara Rojas e Ingrid Betancourt.
Ingeniero de Combate
Vietnam del Sur '67-'68-'69

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