Thursday, October 27, 2005

El Remedio

En el programa de la Luciérnaga de Caracol del 15 de Agosto de 2005, anunciaron los resultados de una encuesta en www.diazsalamanca.com cuya pregunta fue sí ¿Colombia tiene remedio? Aproximadamente la mitad de los mil y pico de encuestados respondieron que sí, infortunadamente la antes mencionada página web no dispuso de un espacio para aquellos visitantes que ofrecieron una respuesta positiva elucidaran sobre el aspecto más importante de la preocupante cuestión: ¿Cuál sería exactamente esa ilusoria panacea?
Sobra resaltar como aquel que se invente una píldora que remedie el inmenso número de dificultades que nos aquejan se volvería archimillonario, o por lo menos super famoso, en un santiamén. Sin embargo, hace algunos años tuve la satisfacción de conocer un notable compatriota que me presentó lo más cercano a un remedio efectivo a muchos de nuestros males, no venía en forma de una simple pastilla, más bien en un estilo de vida.
Cuando el mompa vio mi expresión de incredulidad luego que me expuso su fórmula prodigiosa, con la calma característica de alguien ya acostumbrado a que se le rechace sus ideas, me entregó una carpeta repleta de artículos bajados por Internet.
"Aquí tiene un material científico probatorio, tómese el tiempo de leerlo y si algún día se viene a vivir conmigo, pues le aplicaré la estocada del convencimiento absoluto." Dijo mientras alzaba sus cejas a la inmensa tula que yo llevaba disfrazada de estómago.
La triste verdad es que poca atención le paré a los escritos que con mucho cariño me entregó el hombre quién eventualmente reconocería como el más erudito en materia de nutrición que haya conocido. Sin ser médico ni cocinero, el amigo había dedicado su arresto intelectual a estudiar la profunda e inevitable influencia que ejerce la alimentación sobre el comportamiento humano.
Jamás me imaginé que la tragedia de haber sido indecorosamente desplazado del hogar de mi propio hermano se convertiría en una maravillosa ocasión que cambiaría mi vida por completo. Por falta de mayor iniciativa personal, me desempeñaba como taxista e inculpé mi abultado abdomen a las largas horas al pescante que requería tan anodina labor. Pero cuando perdí el carro y mi insensible hermano me lanzó a la calle por ya no disponer de recursos para colaborarle económicamente, fue aquel mompa el único que me abrió la puerta sin pestañar.
"Las condiciones que te pongo son que leas con detenimiento aquel material didáctico que te di, comas lo que yo como, aprendas a cocinarlo, bajo ninguna circunstancia consumir alimentos tres horas antes de acostarte y no traer comida empaquetada a la casa."
Afortunadamente mi principal afición era la cocina y nunca tuve problemas con la comida, menos ajena; aunque me sorprendió su inusual dieta, pronto me habitué a ella y finalmente aprendí cocinarla a mi gusto.
El primer escrito estaba fechado el 31 de Agosto de 1982 y venía impreso en papelería del entonces gobernador de California, el Honorable Edmund G. Brown Jr. Se trataba de una recomendación que su despacho emitía para incorporar comida natural al sistema alimenticio institucional, o sea hospitales, cárceles, colegios, etc. Decía en parte, "El Consejo de la Gobernación recibió un amplio mandato para estimular actividades que promuevan el bienestar de todos los Californianos. Con este fin, uno de nuestros objetivos es fomentar una nutrición saludable. Consideramos que implementar el consumo de alimentos integrales dentro del gobierno estatal de California es un ejemplo sobresaliente de proyectos innovadores consistentes con este Consejo."
"¿Cómo así comida natural? Pregunté desconcertado. "¿Acaso todo lo que como no es natural?
Su regaño aun retumba en mi cabeza. Aseveró que mi comida cotidiana no era en lo más mínimo natural y luego recalcó lo demasiado evidente, hablándole directamente a mi enorme panza, que yo no tenía el más leve concepto de la proporción en que debiera consumir los alimentos. Por lo primero me puso a escudriñar los ingredientes de todo lo que compraba. Efectivamente, mis comidas predilectas estaban saturadas de químicos, colorantes y preservativos, la mayoría de los cuales, aseguró, aun trasteaba bajo mi extensa correa.
Para lo otro me dio una efímera lección de biología, asignatura en la cual, debo confesar, era flojísimo en el colegio. Menos mal que la improvisada clase consistió solo en contar mis dientes.
"De los 32 dientes con que viene dotado el ser humano," anotó de manera acertada mi recién adquirido mentor, "los 4 caninos están destinados para, como reza su nombre, comer carne. Tenemos ocho incisivos que son para rasgar verduras y el resto, molares y premolares, fueron diseñados para moler granos y cereales. Por consiguiente," concluyó con tamaña sonrisa, "un raso ejercicio matemático nos indica la proporción exacta de cómo debemos consumir cada alimento."
"¿Así de sencillo?" Pregunté atónito.
"A eso súmele la plusvalía de masticar cada bocado por lo menos 30 veces, cincuenta si estás enfermo."
Su respuesta al porqué de tanta masticadera también fue demasiada escueta. "La digestión comienza con las enzimas producidas por las glándulas salivares y asimilamos mejor la nutrición mientras más digerido llega el bolo alimenticio al estómago."
"Bueno," indagué con cierta curiosidad, "¿y que tiene que ver esto con el remedio a nuestros problemas?"
"Todo, porque el combustible que le introducimos al organismo determina nuestra disposición física, mental, emocional y espiritual."
Me fue fácil comprender cómo el alimento por obligación afectaría lo físico y mental, pero tuve mis dudas en la parte emotiva y sobre todo espiritual. Estas mi estudiado mompirri me las aclaró en menos de lo que canta el cacareado gallo. "Jesús perteneció a los Esenios, un grupo religioso al cual se le prohibía consumir alimentos impuros. Además," relató con la seguridad del que sabe, "los milagros que se le atribuyen solamente pudieron ser realizados por alguien en posesión de una extraordinaria fortaleza mental producto de una elevada pureza corporal. Y créame, muchacho," subrayó con un toque de ironía, "a ese punto no se arriba comiendo bofe, chunchullo, chicharrón y gaseosa."
Para no quedarme atrás, también le pegué su puya, "Ah, ¿entonces me querés decir que todos los problemas que tenemos se deben a la mala comida?"
Su rotunda afirmación me dejó boquiabierto, pero me la cerró a poquitos con más escritos.
Uno de 1977 por Bárbara Reed, Oficial en Jefe de Libertad Condicional para la Corte Municipal de Cuyahoga Falls, Ohio, en el cual remitía al Comité del Senado para la Nutrición los resultados de un experimento alimentario hecho a un grupo de ex-convictos. "Luego de ponerlos en una dieta sin carne roja, azúcar o harina blanca, ni café, alcohol o comidas instantáneas, sustituyendo estos por cereales integrales, verduras, frutas, pollo y pescado, ni uno solo volvió a reincidir. Todos los sujetos de este estudio estaban enfermos, tenían hipo o hiperglicemia, y eran drogadictos o alcohólicos, pero la dieta les cambió su apariencia física y actitud mental para convertirlos en personas optimistas, cooperadoras y realistas."
La otra comunicación era presentada por Frank Kean, Director Asistente del Reformatorio Tidewater en Chesapeake, Virginia. En este experimento, el Sr. Kean corroboró la estrecha relación entre el consumo de azúcar refinada y el comportamiento criminal de 24 jóvenes encarcelados. Informó como "el índice de mal comportamiento se redujo en un 45% luego de 90 días sin consumir azúcar." Debido al fenomenal éxito de su ensayo alimenticio, el Sr. Kearn recomendó revisar el menú de todas las instituciones carcelarias y educativas, asegurando que tales cambios reducirían los problemas disciplinarios.
"Pero viejo tal," repliqué luego de digerir semejante noticia, "en vista que algunas de estas recomendaciones tienen casi 30 años y los niveles de criminalidad en los Estados Unidos están disparados, puedo deducir que los gringos no se tragaron su propio remedio."
"Ciertamente," respondió, haciendo floja imitación de un reconocido ex-presidente nuestro. "El poder comercial de la industria de la comida chatarra pudo con el rigor científico y ahora el mundo entero paga las consecuencias."
La prometida estocada llegó cuando me hizo caer en cuenta como una alimentación desprovista de nutrición es el factor primario en la descomposición social del ser humano.
Me pregunta, "¿Para que es lo primero que un mendigo pide dinero?"
Le respondo, "Pues comida."
"Pa la gaseosita, patrón, suele ser el dicho más escuchado," añade con su ya habitual certeza. "Fíjese que es en la alimentación donde primero sufren los loquitos, como les decimos cariñosamente. Comienzan pidiendo sobras en las puertas de casas y restaurantes y cuando por fin se maman de que los saquen a patadas, pues terminan rebuscando en la basura."
"¿Calificas," pregunté con recelo, "a la gaseosa como basura?"
"Es, sin el más remoto temor a equivocarme," responde con absoluta convicción, "la bebida más dañina al ser humano. Salvo, claro está, con relación a un vasado de cianuro."
No quise ahondar en un espinoso tema que sin duda levantaría ampolla con mis parientes azucareros; no sin tomar nota mental del incipiente estado de salud que reinaba en aquel lado agridulce de la familia y simplemente añadí, "Según deduzco, el deterioro nutricional se convierte en un fatal círculo vicioso que cierra definitivamente la puerta a toda posibilidad de una recuperación."
"Si tenemos en cuenta que el 95% de la población mundial ignora los sencillos preceptos aquí consignados, y eso incluye médicos, cocineros y hasta nutricionistas, entonces imagínate lo fregado que está el mundo. Fíjese que el otro día tuve la visita de mi mejor amigo y sus sobrinas. Cuando me vio afanado esculcando mi escasa y naturalizada alacena, me dice que me tranquilice que ellas no solo trajeron comida, sino que se iban a encargar de todos los preparativos y servirnos como príncipes."
"Me imagino," interrumpí ansioso, "que no comiste nada."
"Fui incapaz de semejante desplante, mon ami. Pero me hubiera enfermado donde tuviera que comer eso durante varios días."
¿Y que te sirvieron?" Indagué tullido de la curiosidad.
"Ála mi chino querido, el típico almuerzo Chibcha."
"ACPM (arroz, carne, papa y maduro)." Dije.
"Todo frito y el arroz blanco acompañado de un fatídico refresco en polvo."
"¡Mortal!" Respondí, pensando más en mi ultra sano amigo. Quién aparentaba tener 10 años menos que yo, a pesar de aventajarme precisamente por ese número de almanaques.
Cuando me retiré a dormir encontré otro papel bajo la almohada. Este contenía dos artículos recientes. El primero llevaba como título: "Defienda la Salud de los Niños: La Coca Cola No es una Opción Alimenticia" y dice:
"Señalando el mercadeo agresivo de productos nutritivamente deficientes hacia los niños, más de cuarenta distinguidos profesionales de la salud firmaron una carta solicitando que la Compañía Coca Cola sea descartada como una empresa socialmente responsable. La carta fue escrita y distribuida por la Campaña para una Niñez Libre de Comerciales (CCFC). "Estamos en medio de una epidemia de obesidad en la niñez," dijo Alvin F. Poussaint, psiquiatra del Centro para la Niñez Judge Baker, y uno de los signatarios de la carta. "Mientras la Coca Cola perciba ganancias a expensas de la salud de los niños, no se le debe permitir cobijarse bajo el manto de la responsabilidad social." La carta reseña la creciente evidencia que las gaseosas contribuyen a los problemas de salud de los niños y detalla la manera como Coca Cola continuamente viola su propia política de "no apuntar su mercadeo hacia los niños menores de 12 años." La carta también describe como el cabildeo de la Coca Cola está minando los esfuerzos para librar a las escuelas de la gaseosa y concluye: "Una empresa que activamente cabildea en contra de las políticas que mejorarían la dieta de los niños y que combatiría la obesidad en la niñez se constituye en un mal ejemplo a la sociedad. Una compañía que agresivamente comercializa calorías vacías a los niños no es una opción social."
El segundo artículo titulado, Estudio Indica que las Deficiencias Nutritivas llevan a la Agresión y Violencia en Niños, reza así:
"Un nuevo estudio titulado, Falta de Nutrición Básica Crea Generación de Delincuentes, publicado en el Jornal Americano de Psiquiatría (American Journal of Psychiatry), muestra como niños con desnutrición exhiben un notable aumento en desordenes de comportamiento y conducta agresiva cuando envejecen. El estudio revela un alarmante incremento del 41% en agresión a la edad de 8 años y un aumento del 51% en conductas violentas y antisociales a la edad de 17 años. Los cuatro nutrientes primarios objetos del experimento fueron cinc, hierro, vitaminas B y proteína. Las vitaminas B son necesarias para desarrollar un sistema nervioso saludable y un requisito para la estabilidad mental y emocional. La harina blanca y el azúcar, los ingredientes más comunes en comidas de supermercado, son productos altamente refinados carentes de estos nutrientes primarios. Por ejemplo, cuando una persona come una hojaldra, esta contiene harina blanca y azúcar que vacían el cuerpo de su reserva de vitaminas B y causan deficiencias nutricionales que llevan a una conducta antisocial y finalmente delictiva, sobre todo entre varones."
Suena increíble, pero leí varios artículos sobre experimentos científicos realizados con presos que respaldan este preocupante fenómeno biológico.
"El otro factor dietético que produce comportamiento antisocial," continuó el mompa, "es la falta de proteína de calidad. La proteína de soya y arroz integral son de una calidad muy superior al de la carne y leche."
"Ah, sí." Afirmé. "También leí que los cereales integrales han sido la base alimentaria de todas las culturas del mundo."
"El homo sapiens," añadió, "se convirtió en homo erectus cuando se alimentó de estos cereales."
"¿O sea que empezó andar de pie?"
"Así es. Al principio aprendió a comer cereales silvestres, luego dominó la agricultura y paulatinamente el consumo de estos 'seres reales' lo fue civilizando."
"Entonces puedo deducir que al perder la pureza de su alimentación el hombre se está incivilizando."
"Me parece una acertada manera de describir la enorme cantidad de barbaridades que se cometen a diario entre unos y otros." Dijo él.
"Todo por la mala alimentación." Dije yo.
"Correcto. En lugar de gastar millones de dólares al año construyendo prisiones y en vez de recetar drogas como Ritalina y antidepresivos que lesionan la capacidad de aprendizaje de los niños y aumentan el riesgo de conducta violenta y suicidio, la respuesta está simplemente en servir alimentos integrales."
No veía la hora del desayuno para dilucidar sobre este apasionante tema que había ingresado a mí hasta ahora malsana existencia. Pero me tocó aguantarme a la hora del almuerzo, porque no tuve la más leve sospecha que el mompísima tampoco desayunaba.
"Hasta el 40% de nuestra sangre se recoge en el estómago para la digestión. Sobre todo si rompes el ayuno con uno de esos calentaos paisas que tumbarían a un cosaco prófugo." Fue su conciso esclarecimiento al porque me hizo aguantar filo otras cuatro horas. "El cuerpo entrega su mejor rendimiento cuando está vacío, es iluso pensar que te va dar lo mejor con semejante batacazo adentro. Recuerde que los antiguos ayunaban antes de entrar en batalla y que un animal herido jamás come."
"Por algo esos paisas salvajes le dicen golpe a la comida." Fue mi lacónica resignación aquella mañana, que a la postre resultó ser la más larga de mi vida.
"Tómese la tarea de averiguar y encontrará que la comida cotidiana de los presos en Villahermosa consiste principalmente de aquella que se eliminó en los experimentos citados. Luego asómese en los tugurios donde pululan las bandas armadas y me cuenta cuantos jóvenes desayunan gaseosa con pan blanco." Fue la sobremesa de un nutritivo almuerzo de verduras al vapor con arroz integral y un espectacular filete de gluten asado, bañado en una deleitable mayonesa de soya; el cual me demoré casi media hora en terminar con el inmarcesible conteo de masticadas.
"Bueno, socio," continué mi preguntadera con atrevida confianza cuando en la terraza disfrutamos un magnífico atardecer sobre la bella Sultana del Valle, "y si aquí nadie se pilla todo esto que me cuentas, ¿por qué no te has tomado la molestia de enterarlos?"
"Es más fácil hacer que cambien de equipo de fútbol que de dieta." Dijo riéndose.
"¿No me digás?"
"Te digo que el hombre es un animal de costumbre y hasta boñiga comerá si lo acostumbras desde niño."
"Ya ve que sí." Le di la razón y agregué. "Entonces tienes que empezar con los niños."
"Precisamente," replicó, "he elaborado un plan piloto para implementar el consumo de alimentos integrales en los centros de bienestar social donde alimentan a los hijos de las madres trabajadoras, como quisieron hacer en California. Inclusive tengo preparado unos escritos para enviarle al Secretario de Salud y algunos personajes de la prensa, pero..." Su voz se diluyó.
"¿Pero que?" Insistí.
"Pero me di cuenta que la mayoría de los funcionarios y periodistas están gordos y enfermos, mire no más al actual gobernador. En estos días vi en las noticias que estuvo muy maluco y su médico le advirtió que se pusiera a dieta estricta o no podía responder por su salud."
"Sí lo vi bastante pesadito. Pero entonces, ¿por lo menos el galeno que atiende al gober conoce de tu remedio?"
"No del todo. Obviamente el médico de cabecera es el primero en darse cuenta cuando su medicina no está funcionando, pero generalmente solo recurre a la dieta en última instancia."
"Oiga, pero por lo menos es un comienzo."
"Pues sí, pero hace falta hacerle comprender a la gente que la mayoría de las enfermedades entran y salen por la boca."
"A nadie le cabe en la cabeza que se puede curar comiendo."
"Realmente no conozco una medicina que de veras cure una enfermedad." Ratificó.
"¿No puede ser?" Pronuncié estupefacto.
"No hay medicina que valga si no se elimina la principal causa del malestar."
"¿Por ejemplo?" Inquirí.
"De nada le servirá la insulina al diabético si no deja de comer dulces."
"Pues ahí está tu oportunidad, mi viejo," le dije con tono esperanzador, "ármese de valor y éntrele al gobernador y su médico juntos."
"No es tan fácil, mon frere. La desnutrición produce un notable deterioro físico que significa que el primer mandatario del departamento en el momento no dispone de la claridad mental requerida para asimilar este tipo de conocimientos. Súmele a eso la absoluta seguridad que su médico no va permitir que me entrometa con su paciente, entonces la labor se hace más que difícil, imposible."
Al día siguiente el mompa requete sano me conminó a observar sus vecinos.
"¿Y para que exactamente me ponés a brujear los de al frente?
"Para establecer una comparación entre vos, ellos y yo."
"¿Una comparación en que términos?" Pregunté algo molesto.
"Primero en cintura, porque de aquí no sale esa tula, jar, jar..." Carcajeó.
"¿Y segundo?"
"Observe con cuidado el Viernes entre las 7:30 y 8:00 AM y cuando regresan de Cali el Sábado antecitos del mediodía."
"Mi viejo," puse tema el siguiente Sábado al almuerzo, "ya pillé tu segundo mensaje. El ricacho tiene una tula idéntica a la mía y su mujer es una completa ballena. ¿Pero porque me pusiste a mirar su basura, ah?"
"No se acalore, my friend, fue un simple ejercicio de observación científica. Sociólogo que se respete te dirá como la basura habla volúmenes acerca de los habitantes de una casa."
"Ay, perdón, había olvidado que eres Licenciado en Sociología de la U. De California. Que pena, pero recuerde que a meros trancazos alcancé a terminar el bachillerato, así que me lo vas a tener que barajar más despacio."
Su seca respuesta fue ponerme a repararlos nuevamente y la siguiente semana anuncié el resultado de mi cuasi espionaje con aire triunfal. "Mi amigo, comen, como tu dices, más que cosacos prófugos, jar, jar..."
"¿Viste?" Preguntó.
"Uy, sí. Imagínese que descargan el mercado en carretilla. Yo creo que su remesa semanal te duraría un mes." Dije.
"Ni un día, jar, jar..." Se desternilló.
"Estuve detallando la tonelada de basura que botan. Tu no consumes casi nada de lo que ellos compran."
"Vívere parvo." Respondió en un idioma para mí desconocido.
"Traduzca, please." Le supliqué.
"Es una alocución latina que invita a vivir con poco."
"Pues se ve que los del frente nunca la han oído o no le paran bolas. Porque los ricachones del barrio a quienes todos envidian se tragan DOS tarros gigantes de aceite de cocina cada semana y tu ni siquiera la usas. Consumen carne, leche, montañas de mecato y enlatados, como dicen, a la lata."
"Te puedes imaginar el futuro tan sombrío que les espera."
"Tu nunca té enfermas, ¿cierto?"
"La verdad es que no recuerdo la última vez que me sentí enfermo."
"¿O sea que esos dengues que me tiran a lona por ahí cada tres meses ni te afectan?"
"Para nada."
"¿Ni siquiera la gripa?"
"Menos. Esa pobre gente tiene cáncer estampada en la frente, si es que antes no los fulmina un infarto."
"Uy sí, porque escasamente caminan del carro a la casa. Mejor dicho, si supiera que pudiera con ella, esa chanchota pondría a su agregado que la moneara en la carretilla encima del mercado, juar, juar...
"Es posible."
"Oiga mompa," le dije con estupor, "esa gente no tiene ni idea de la clase de vecino que tienen en vos. El viejo trata a su mujer de hijue tantas parriba, una vulgaridad que jamás he escuchado salir de tus labios. Veo que tu calidad humana y salud son inmensamente superiores al de ellos y pensar que todos en este barrio quieren ser como esos gordinflones y a ti te miran como un pájaro raro."
"Esa es la vida, my friend. Pero créame que esa pobre señora llora frente al espejo y va tener una vejez muy, pero muy amarga."
"Debe ser, porque está horrible la pobre." Comenté.
"No es posible estar obeso y ser feliz. La adicción a la comida además de ser pecado mortal, los pone a vivir bastante mal."
"Es cierto." Afirmé.
"La mayoría de los humanos no tienen ni idea acerca del origen de sus alimentos, como ha sido cultivado, que tan concentrado o refinado es, o que clase de nutrición contiene. Solo les preocupa el sabor. Lo más grave es que la obesidad hace rato desplazó al tabaquismo como la principal causa de enfermedades prevenibles en el mundo."
"Prevenibles dices. O sea que el mismo paciente se las trae encima."
"Así es." Dijo.
"Ayer, esperando que saliera la Chiva, vi una joven madre darle a su bebé una salchipapa con gaseosa y me dolió.
"Experimentaste la impotencia de ver cómo le dan calorías vacías a un organismo en la etapa más crítica de desarrollo." Dijo apesadumbrado.
"Precisamente cuando más se necesita de los mejores nutrientes. Me temo que no hallé ni la manera, menos las palabras para explicarle el daño que le hizo a la personita que seguramente más ama. También entendí que lo hizo por absoluto desconocimiento sobre esto que me enseñas. Pero pareciera que los de estrato alto, sobre todos los dirigentes, deberían tener este tipo de conocimiento."
"Así debiera ser, pero aquellos que llevan nuestras riendas no han tenido la fortuna de recibir algún tipo de instrucción sobre la enorme influencia que la mala alimentación ejerce sobre el comportamiento humano, e ignoran los tremendos beneficios de comer comida realmente natural."
"Se les nota de lejos que no saben cuidarse."
"La triste verdad es que la gran mayoría en su vida han tomado siquiera un solo bocado de alimento integral y por ende no disfrutan de la fortaleza inmunológica e iluminación mental requeridas para dirigir a su pueblo de manera óptima."
"Y si el pueblo desconoce esto, pues ni modo que se lo exijan a sus gobernantes. Con razón que estamos tan mal." Lamenté.
"No solo nosotros, sucede en el mundo entero."
"O sí, el despelote se ve por todas partes."
"No conocen el remedio." Aseguró.
"Ya veo que renunciaste en tratar de cambiar los hábitos alimenticios de los adultos."
"¿Tu crees que la señora de enfrente sea capaz de dejar sus puerquitas?" Preguntó a sabiendas.
"Ni siquiera cuando le diagnostiquen un cáncer del colon." Añadí con cinismo.
"Para entonces podría ser demasiado tarde. Claro está que si me busca no me puedo rehusar, pero es muy improbable que eso suceda. Por eso prefiero enfocar mis esfuerzos hacia la niñez."
"Ahora comprendo como la calidad del alimento influye no solo en lo físico pero también en lo espiritual y emocional. Desde que comparto tu bondadosa mesa, y lo digo más por la calidad que la cantidad, he encontrado tremenda paz interior. Ya no soy tan peleón como cuando llegué a tu sereno hogar y he notado que los vecinos gordinflones se mantienen malgeniados y jamás se han dignado a brindarte un saludo, menos ofrecen llevarte a la ciudad."
"Ya que por fin comprendes como nuestro alimento influencia absolutamente todas las facetas de la vida, lo invito a leer este blog que publiqué cuando nombraron a Reinaldo Rueda como Director Técnico de la Selección."
Luego de explicar que un blog es un espacio en Internet donde uno puede publicar un escrito y convertirse en periodista furtivo, me pasó el papel y se retiró, el cual, por su alta relevancia transcribo en su totalidad:

Auf Wiedersehen Alemania
Como era de esperar, un tsunami de críticas inundaron los medios apenas se dio la temida eliminación de la Selección Colombia del Mundial de Fútbol, Alemania 06. Expertos reales y de pacotilla se rasgaron las vestimentas en busca de razones, explicaciones y culpables. También como era de esperar, la mayoría buscaron la fiebre en las sábanas y no hubo uno solo que se aproximó al principal motivo del pronosticado fracaso: la salud. A pesar que me siento como un ínfimo perro que le ladra a la luna y por desgracia presiento que transcurrirán varias generaciones antes que se me pare bolas, a continuación replico el artículo enviado hace más de un año a RCN y Caracol para sentar constancia que en Colombia hay alguien que sabe cual es el remedio y se ocupó de anunciarlo a los cuatro vientos:
Atención: Rueda Gravemente Enfermo
Habiendo escuchado las sabias palabras del Dr. Gabriel Ochoa acerca del discretísimo rendimiento de la Selección de Colombia, el concepto que más me impactó fue su aseveración que Reinaldo Rueda no es un entrenador sino un seleccionador. Es evidente como la manera más expedita de adquirir sabiduría es consultando aquellos que la tienen.
No poseo el alto nivel de conocimiento sobre fútbol que tienen ustedes y el Dr. Ochoa, pero con tres décadas de experiencia, se me considera una de las personas en Colombia que más conoce sobre la macrobiótica, una milenaria disciplina de oriente que nos enseña a utilizar los alimentos como medicina. La dieta macrobiótica se basa sobre una irrefutable característica fisiológica del ser humano, su composición dental. Efectivamente, nuestros dientes nos indican que tipos de alimentos debemos consumir para ser saludables, y en que proporción. Es muy sencillo, mas de la mitad de nuestros dientes, molares y premolares, están diseñados para moler cereales y granos, esta simple característica biológica determina el porcentaje de nuestro sustento cotidiano que debe ser ocupado por este tipo de alimentos. Poseemos 8 dientes incisivos destinados para rasgar verduras y cuatro dientes caninos cuyo nombre claramente describe su función. Toda enfermedad se aloja en el torrente sanguíneo, cuando nos alimentamos de manera equivocada alteramos el pH de la sangre, se nos derrumba el sistema inmune y nos enfermamos. Una rápida extrapolación matemática indica el porcentaje de cada tipo de alimento que debemos consumir con el propósito de mantener el pH sanguíneo idóneo para que las enfermedades no ingresen a nuestro cuerpo. Como practicante y estudioso de la macrobiótica, he aprendido que los carbohidratos integrales son la principal fuente nutricional de todas las culturas que han existido sobre la tierra. El maíz en América, el arroz en Asia, el trigo en Europa y el sorgo en África, constituyen la base alimenticia de las diferentes sociedades del mundo. A través del consumo de estos cereales primarios el organismo humano obtiene la mayor parte de los nutrientes requeridos para conseguir y sostener el delicado balance sanguíneo que nos permite vivir con salud.
Por eso transmito a ustedes la apreciable información que a continuación consigno, con la firme esperanza que se dignen al menos de leerla y ojalá asimilarla, ya que no solo les será de gran valor en su vida personal, pero bien aplicada nos otorgará una enorme ventaja en el deporte profesional.
Don Iván Mejía conoce de primera mano las penurias físicas que padecen aquellos que no supieron alimentarse de acuerdo a los cánones absolutos de la naturaleza y optaron por someterse a tormentosos tratamientos quirúrgicos en vez de simplemente cambiar de dieta. Diego Maradona se ha convertido en el peor ejemplo de futbolista alguno que demuestra las penalidades de comer mal. Nuestro seleccionador nacional Reinaldo Rueda presenta la condición fisiológica descrita abajo como Sanpakú, la cual, hasta tanto no sea revertida, hará extremadamente difícil que tenga éxito en cualquier actividad que desempeñe. He condensado y traducido la siguiente información de los escritos de Michio Kushi y George Ohsawa.
Sanpakú
La palabra Sanpakú traducida del Japonés literalmente significa tres (san) blancos (pakú). El sentido de la palabra describe la posición del ojo humano cuando este presenta tres lados blancos alrededor del iris, uno a cada lado y otro entre el iris y el párpado inferior. Hace milenios, sabios de Oriente descubrieron que esta posición del ojo refleja una condición física anormal, generalmente indica que su poseedor ha transgredido las leyes de la naturaleza y se encuentra gravemente enfermo. Como consecuencia, está propenso al fracaso y accidentes mortales, toda vez que su disminuida condición corpórea le resta agudeza mental y sensorial, retardando su capacidad de reacción, poniéndole en desventaja contra sus rivales y el peligro.
La condición Sanpakú es una advertencia natural que la vida está amenazada por un fin prematuro y trágico y el individuo ha de tomar medidas urgentes para remediarlo de inmediato.
La observación del ojo es el primer paso en la medicina oriental. La salud del hombre se evidencia a través de unos ojos pequeños y delgados, en la mujer los ojos saludables son redondos y brillantes. Ojos brotados son síntoma de un corazón débil, predicen una vida difícil. En el inicio del estado Sanpakú comienza aparecer un espacio blanco bajo el ojo. Aquel que tiene este ojo se vuelve tardo, débil, de mal genio y enfermizo. La persona completamente Sanpakú es temeroso, inseguro, dado a malos entendidos y pasivo. Su corazón, hígado, riñones y pulmones están muy enfermos. Es incapaz de cumplir una promesa, nunca llega a tiempo, tiene mala memoria, es propenso a los accidentes y una muerte miserable. Lincoln, Kennedy, Hitler, Lenin, Stalin, Marylin Monroe eran todos Sanpakú y sufrieron un fin trágico. La mayoría de los criminales que aparecen en los afiches de los mas buscados por la policía tienen los ojos así.
Aquellos que son conscientes de este fenómeno se fijan en los ojos de la persona antes de entablar una relación, realizar un negocio ó emprender un viaje. En el Oriente es común exigir verle los ojos al conductor de un taxi ó al piloto de un avión; si observan que tiene los ojos Sanpakú no se montan al vehículo que conduce. Aquel que tiene los ojos Sanpakú de inmediato debe asumir una dieta macrobiótica para corregirlos con la mayor brevedad, de lo contrario padecerá innumerables males.
Un claro ejemplo de esto se ve en el actual director técnico de la selección nacional de mayores. Reinaldo Rueda está completamente Sanpakú. ¿Cómo hemos de esperar que administre eficazmente al equipo nacional si es evidente que no ha sido capaz de vigilar los intereses de su propio cuerpo? Observen los registros fílmicos del profesor Luis Fernando Montoya y verán como también estaba Sanpakú cuando fue cruelmente baleado. Las oscuras bolsas bajo sus ojos indicaban una acumulación excesiva de grasa animal que su maltrecho cuerpo ya no soportaba y tampoco podía eliminar. La amarga realidad es que las imágenes del profesor Montoya transmitidas desde Tokio durante la final de la Copa Intercontinental de Clubes mostraban el semblante de una persona extenuada, visiblemente enferma y en apremiante necesidad de alimentación sana.
La medicina moderna ha progresado mas en los últimos cien años que en los dos mil siguientes a Hipócrates. Sin embargo, la salud humana no mejora, situación muy evidente por el incremento casi pandémico de pacientes con cáncer, diabetes y enfermedades coronarias. Las facultades de medicina convencional no enseñan a los futuros médicos sobre las propiedades curativas de los alimentos y la gran mayoría de los practicantes de esta medicina desconocen el significado de Sanpakú.
La famosa dieta del ACPM (arroz blanco, carne roja, papa y maduro frito) es de las peores que existen, ya que priva al consumidor de la fibra de los vegetales y cereales integrales que mantienen limpio el sistema digestivo y purifican la sangre. A través de las generaciones al colombiano se le metió en la cabeza que el consumo de carne es indispensable para comer bien y los tristes resultados saltan a la vista. Comer cualquier tipo de carne tres veces al día es una absoluta locura, aquellos que lo hacen se mantienen enfermos, y en muchos casos gordos y feos. Si la famosa Bandeja Paisa es una bomba atómica para el cuerpo humano por su alto contenido graso, la lechona no deja de ser una verdadera carga nuclear porque la carne de cerdo es la más tóxica y los químicos que lleva son suficientes como para embalsamar a una momia en ayunas. El intestino humano es tres veces más largo que el de los animales carnívoros y no alcanza eliminar tanta grasa, esta se pudre adentro y es ahí donde se genera la toxemia (envenenamiento de la sangre) que causa una cantidad de enfermedades mortales como el cáncer del colon. Además, nuestro cuerpo no puede asimilar ni eliminar los colores y sabores artificiales usados en los cubos de caldo y los frescos en polvo, ambos son particularmente nocivos para los jóvenes y su consumo habitual puede causar leucemia.
No era de esperar que los dirigentes del órgano regente del fútbol nacional tuvieran conocimiento de la macrobiótica, mucho menos conciencia del estado Sanpakú. De lo contrario, quizás no le hubieran entregado las riendas del balompié colombiano a una persona que desafortunadamente no goza de la plenitud de sus facultades físicas y mentales. Sin discusión, los más exitosos son aquellos con acceso a mayores conocimientos y sepan aplicarlos oportunamente.
Además de Sanpakú, Francisco Maturana estaba obeso cuando asumió la dirección técnica de la Selección Colombia, dos condiciones fisiológicas que enseguida interpreté como insalvables óbices al éxito, y que a la postre desembocaron en su rotundo fracaso. Pero quedé absolutamente abatido cuando el Sr. Reinaldo Rueda fue nombrado director técnico del combinado nacional y observé como también tenía los ojos Sanpakú. No hay la más mínima esperanza que nuestra selección llegue al mundial de Alemania, pensé de inmediato. ¿Cómo es posible, me lamenté, que nadie en toda Colombia se haya percatado de su lastimera condición fisiológica? Sin embargo, hasta lo último he de guardar la ilusión que la naturaleza se engañe y logremos clasificar al mundial. Pero en verdad eso sería como hacerle fuerza a un equipo donde los jugadores saltan a la cancha con un bulto de cemento a espaldas; porque es dificilísimo, sino imposible, engañar a la madre natura.
Es dolorosamente evidente la total carencia de salud corpórea del preparador de arqueros, Pedro Antonio Zape. La obesidad morbosa que presenta le augura una vejez tortuosa. Le hago un llamado a la Dimayor para que revise la conveniencia de contratar los servicios de personas faltas de estado físico o adictos al tabaco; tanto por la inhabilidad de ejercer sus funciones a plenitud, como por el pésimo ejemplo que dan a la juventud. Debe ser obligatorio, y de sentido común, que los entrenadores deportivos sean capaces de correr a la par con sus atletas.
Hace poco la Organización Mundial de la Salud declaró que la obesidad es la enfermedad que más muertes causa en el mundo. Las estadísticas muestran como los decesos por gordura sobrepasan la suma de muertes causadas por el tabaquismo, alcoholismo, la drogadicción, homicidio, accidentes de tránsito y los conflictos armados. El cáncer, la diabetes, los infartos y un sinnúmero de padecimientos graves se derivan del sobrepeso corporal.
Cuidar la salud es obligación fundamental de cada ser humano, sobre todo para aquellos que ocupan una posición de envergadura social de cuya capacidad y rendimiento depende la prosperidad y felicidad de todo un pueblo. Con solo sustituir el pan y el arroz blanco por integral, limitar la carne y adicionar las verduras a los porcentajes arriba indicados, eliminar el consumo de comidas químicas y masticar cada bocado un mínimo de 30 veces, se mejora ostensiblemente el rendimiento físico y mental del atleta, y de paso sea dicho, de todo ser humano.
Aquel que come macrobiótico ha de morir gozando de todas sus facultades, alegre y lúcido hasta el último momento, axioma este que difícilmente se pueda aplicar a mis queridos compatriotas, ya que a la gran mayoría la infame dieta del ACPM, los tiene condenados a un deceso cruel y humillante. En nuestra mal alimentada sociedad es de frecuente aceptación morir de alguna enfermedad, lastimero fin que se puede evitar con facilidad. Mi mayor aspiración es morir de viejo, pero sano, para no convertirme en una carga moral y económica hacia mi familia y la sociedad.
Cordialmente,

Martín Vásquez R.
CC 16.599.479
Cali, Colombia

PD: En lo posible, mucho les agradecería hicieran llegar copia de esta misiva a los arriba mencionados, ya que necesitan corregir su lamentable condición fisiológica lo mas pronto posible. Es económico e indoloro, lo único que necesitan es voluntad y saber como. En la Internet hay muchos sitios en Español sobre la macrobiótica.

"Deberías de haber publicado esta carta en el Tiempo," comenté algo indignado.
"Además de que costaría un infierno de plata que mi maltrecho bolsillo no hubiera resistido," replicó sonriente, "pues he comprendido que intentar educar a la fuerza es contraproducente. Hay que dejar que la humanidad aprenda por su propia inercia."
"Supongo que los países desarrollados saben esto y obligan a sus atletas que se alimenten de acuerdo a un régimen que se ajuste a estos dictámenes." Dije.
"Seguramente la dieta de Lance Armstrong es mucho más avanzada que la de Santiago Botero. Pero aquí entra en juego el nivel intelectual de los dirigentes y es un hecho que el que más sabe aprende con mayor rapidez."
"Tienes razón, nadie le pone cuidado al estado de salud de los dirigentes." Anoté.
"Yo estuve en el estadio el día que murió el Pulpa Echamendi."
"¿Quién fue?"
"Un enorme Uruguayo quien era director técnico del Deportivo Cali y le dio el patatús cuando Scotta marcó el gol del triunfo ante Santa Fe en el último minuto."
"Veo tu razonamiento, la directiva no tuvo comprendió la gravedad de contratar los servicios de una persona gravemente enferma."
"Aun hay gente que no solo no ve la obesidad como una enfermedad grave, sino que la creen símbolo de prosperidad."
"A lo bien," repliqué.
"Loa más sanos poseen mayor claridad mental y albergan mayores posibilidades de triunfar."
"¿Por ejemplo?" Pregunté.
"En el fútbol, caso Javier Álvarez y Jaime de la Pava."
"Pero si fracasaron en sus equipos anteriores." Dije.
"Pero intuyo que esos fracasos fueron objeto de motivos ajenos al deporte."
"¿Cómo así?" Pregunté.
"En el caso de la Pava, pues los jugadores verdes lo veían como un rojo y nunca lo aceptaron. Pero es el entrenador más mediante sano y le irá bien antes que sucumba al ACPM."
"Imagínese si supiera esto que me enseñas." Con preocupación añadí. "Entonces nos vamos a distanciar más cada día si los que saben no son los que mandan."
"Elemental mi querido Watson. Por eso nos hemos granjeado el bochornoso remoquete de Banana República." Rió.
"Me duele que lo digas con ese tono tan jocoso. No me parece nada chistoso que sabiendo cual es el remedio no le paremos bolas y vamos a continuar rezagándonos en todo." Me quejé.
"Lo siento si es esa la impresión que transmito, de seguro no es mi intención burlarme de nuestro retraso tercermundista. Entenderás como treinta años de haber sido ignorado e inclusive ridiculizado hacen mella en la contextura mental y moral de cualquier persona. Así que si te sientes con ánimo, tome mis banderas y agítelas desde lo más alto."
"Eso haré." Sentencié con absoluta convicción.
Cuatro cortos meses transcurrieron antes de conseguir otro taxi y el mompa y yo nos reímos a carcajadas al despedirme en su portón por la forma tan cómica que me colgaba la ropa.
"Amigo, son más de diez kilos que le dejo de recuerdo, jar, jar..." Le abracé con cariño.
"Mompa, ya aprendiste el remedio, ahora eres verdaderamente libre, espero que sepas aprovecharlo."
"Tus enseñanzas han sido lo mejor que me ha sucedido en vida, te agradezco de todo corazón por devolverme la salud."
"Lo más importante es que ya sabes como preservarla por siempre. Espero que trasmitas estos conocimientos a tu hijo.
En ese momento llegaron los gordines de al frente y no me aguanté las ganas de chicanear, vimos como a la vecina se le regó la malteada que traía entre manos cuando intencionadamente mostré mi esbelto perfil.

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