Thursday, December 15, 2005

Muerte 2 - Vida 1

Recientemente tres países se pronunciaron sobre asuntos de vida o muerte. Holanda aprobó la eutanasia, el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, revalidó la pena de muerte al sostener la orden de ejecutar al notorio reo Stanley "Tookie" Williams y nuestra Corte Suprema de Justicia se abstuvo de despenalizar el aborto.
Irónicamente el país con fama de ser el más violento del mundo fue el único que abogó en pro de la vida; mientras aquellos pueblos admirados por su supuesta civilidad no les tembló el pulso en aplicarles la infame 'inyección letal' a sus súbditos.
Habiendo vivido más de una década en California, donde obtuve un diploma como Licenciado en Sociología de la Universidad de California en Berkeley -rubricada, de paso sea dicho, por el entonces gobernador de ese estado, Edmund G. Brown- puedo aseverar con absoluta autoridad que mi actual gobernador, Argelino Garzón, posee una calidad humana y un nivel de erudición muy, pero muy superior al extravagante actor cuasi gringo.
Los residentes de mi bello departamento del Valle del Cauca -que también sea dicho ha sido reiteradamente vetado como destino turístico por los EE.UU. dizque por peligroso- vivimos plenamente convencidos que a nuestro afable Angelino jamás se le ocurriría terciarse una minifalda de mamut para acuchillar sin misericordia a cuanto salvaje se le atravesara, amén de firmar la orden para enviar a dormir por siempre a un ser humano.
Para mayor ironía, son los mismos adalides de la democracia los encargados de desmeritarla al colocar sus agitadísimas riendas en manos de estrafalarios personajes de dudosos pergaminos morales y cuestionables capacidades de liderazgo. Una cosa es darle chumbimba imaginaria a tirios y troyanos y otra poseer la serenidad y entereza para intentar sentar a manteles a bilirubínicos paramilitares y guerrilleros.
Viene muy al caso recordar que nuestros ancestros no ejercieron el debatible estilo de gobierno que tiene a occidente sumido en un colosal caos social. Éramos gobernados por un Cabildo de Sabios quienes sin duda se hallarían al filo de un ataque de nervios donde se hubieran sentidos culpables de propiciar los estratosféricos niveles de miseria humana, bancarrota moral y hacinamiento físico presente en todas las grandes poblaciones ahora asentadas en lo que otrora fueron sus idílicas praderas. Sin haber conocido un aula ni sostenido un libro, nuestros patriarcas Chibchas instruyeron a generaciones como sustentarse sin destruir el futuro, impartiendo absoluto respeto hacia sus preciados recursos finitos.
Dicen que en su jardín las sabias madres indígenas cultivaban la manera de practicar una sexualidad responsable, ahora desconocida por nuestra descarrillada juventud. Mucho tienen que ver los religiosos, educadores y legisladores de turno quienes, por acción u omisión, son culpables que nuestras atribuladas adolescentes se fecunden en tortuosos amoríos furtivos para luego tener que arrancarse las criaturas del vientre a como dé lugar, dejando al proveedor de la semilla libre de todo cargo. Es indiscutible la ventaja que Bochica pudo otorgarle a sus hijas al enseñarles lo que la Virgen María evidentemente desconoció. Los chamanes de entonces tampoco promovieron las vergonzosas manipulaciones derivadas de la improbable noción que el único camino a la salvación era que uno les contara sus maldades en privado, propiciando el despelote espiritual que aqueja al piadoso mundo de hoy.
Tampoco el curandero del caserío se tuvo que desgastar buscando el modo de extirpar toda la nociva chatarra nuestras madres modernas embuten a su ya enfermiza prole. En nuestra noble y envidiada cultura pre-colombina nadie moría de hambre, ni menos por comer porquerías.
Ni los taitas de antaño practicaron el secretismo y decepción con que hoy se manejan las lides gubernamentales. Además que a los Sabios del Cabildo no les cabía en la cabeza otra vía que obrar en favor del bienestar comunitario, las decisiones se formulaban abiertamente con una sencilla muestra de manos y todos los presentes conocían la posición de cada cual, sin temor a represalias.
Si nuestros antepasados vivían libres de las inmensas tribulaciones que aflige a la humanidad de hoy, ¿dónde, entonces, radican las ventajas que justifiquen el sistema de gobierno y economía que nos impusieron a la brava?
Basta con mirar hacia atrás para vislumbrar el camino adelante, afortunadamente poseemos el suficiente criterio para no dejarnos gobernar por un Cónan el Bárbaro.

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